20081025

Julio Vélez

A veces, cuando estoy muy solo,
me voy hasta la esquina para conversar
con el cajero automático.
Lo primero que me pregunta
es en qué idioma quiere que hablemos.
Yo desearía decirle, por ejemplo, que en suajili
o serbo croata, pero ello
no es posible. Me conformo con el alemán,
lengua que, por supuesto, tampoco conozco,
pero es de lo más divertido
adivinar qué cosa es ésta tan rara
que quiere decir Marque su número personal.
Paso un ratito de lo más entretenido.
Por supuesto engaño a la máquina
pero ella es arregladita y me dice que
me he equivocado. Así hasta dos veces,
porque por anteriores conversaciones, he descubierto que
a la tercera la comunicación se corta y se lleva
mi lengua de plástico al limbo bancario de las comprobaciones.

Después me pide qué deseo y esto es lo más difícil.
Desearía decirle “Salgamos a tomar una cerveza”,
“Vamos al cine” o bien “Cógete de mi mano que
te enseñaré el zoológico”. Pero no. Estas conversaciones
tan simples no le gustan y entonces le
pido el saldo para conversar un poco más con ella
tras esa reja de cristal oscuro. Me lo da. Yo
lo miro como si fuera una foto nuestra de
luna de miel o de luna bancaria que, en este
caso, es lo mismo. Ella está de lo más frívola
entonces y me hace una pregunta fatal. Desea
realizar otra operación
. Yo le guiño un ojo como
entendiéndola y a veces digo sí y a veces digo no. Ella es liberal
sobre todo y no le importa demasiado mi respuesta. Está
preparada para todo. Si digo no, la conversación termina
pronto y tengo de nuevo que volver a casa, pero si digo sí
continuamos nuestro idílio. Me pregunta de nuevo
en alemán
qué deseo. Sé bien las respuestas pero no me gustan los
loros chillones y por eso siempre voy con varios diccionarios.
Con lentitud busco las respuestas y voy
traduciendo,
pero, como estoy nervioso, no consigo aprender
de prisa. A estas alturas ya hay una multitud de
enamorados esperando a las puertas. Son de lo más
celoso y ya me faltan dos dientes. Son heridas de guerra.
La verdad es que ni siquiera así consigo aprender
idiomas, y esto, en este mundo da para llegar poco lejos.

JULIO VÉLEZ
De "Dialéctica de la Ruina"

4 comentarios:

Fredigato dijo...

Sonrisa íntima.

Margarita dijo...

muy bueno el texto!!

Lena dijo...

Es buenísimo...me encanta la visión de este hombre... poeta, pensador, y ciudadano de Morón. No lo conocí en vida, ni siquiera sabía que existiera alguien tan cercano allí. Me topé con uno de sus libros curioseando en la biblioteca, ese librito estaba en una esquinita de la mesa, y lo sustraje jeje sin saber a quién iba a conocer... se puede decir que nos conocimos de la misma manera como si nos hubiéramos topado en la biblioteca... jo que bonito!!!

Margarita dijo...

ahhh encima vecino tuyo y todo... pues debe estar interesante lo que escribió ese hombre no??
que buen descubrimientoo